Saturday, September 17, 2005

Los Cuadernos de E.M. CIORAN

E.M. CIORAN nació en Rasinari, Rumania, en 1911 y murió en París en junio de 1995. Antes de instalarse definitivamente en la capital francesa en 1940, ya había escrito algunos libros en rumano: De lágrimas y de santos, En las cimas de la desesperación, El ocaso del pensamiento, El libro de las quimeras y Breviario de los vencidos. Convertido en un prosista de las letras francesas, escribió entre otros: Ese maldito yo, Historia y Utopía, Silogismos de la amargura y La caída del tiempo.
Los Cuadernos de CIORAN fueron descubiertos después de su muerte. Contienen esbozos, observaciones, ocurrencias e ideas de este filósofo del siglo XX. Fueron publicados por Tusquets Editores, en edición española.
La ácida lucidez, propia de su visión del mundo, convierten algunas de sus notas en pequeñas maravillas; como las siguientes:

"Si hubiera llevado a cabo una décima parte de mis proyectos, sería con mucho el autor más fecundo que haya existido jamás. Por suerte o por desgracia, siempre me ha atraído más lo posible que la realidad y nada es más extraño a mi carácter que la realización. He profundizado hasta el menor detalle todo lo que nunca habré hecho. He ido hasta el fondo de lo virtual."

"El fondo de la desesperación es la duda sobre uno mismo".

"El Mal es en la misma medida que el Bien una fuerza creadora. Ahora bien, es el más activo de los dos. Pues con demasiada frecuencia el Bien haraganea".

"No pierdas el tiempo criticando a los otros, censurando sus obras; haz la tuya, dedícale todas tus horas. El resto es fárrago o infamia. Sé solidario con lo que es verdad en tí e incluso eterno".

"Unos buscan la gloria; otros, la verdad. Yo me atrevo a situarme entre los segundos. Una tarea irrealizable ofrece más seducción que un objetivo asequible. ¡Qué humillación proponerse la aprobación de los hombres como objetivo!"

Saturday, September 10, 2005

Adolfo BIOY CASARES: Teología

Leo a Adolfo BIOY CASARES:
"Algo he viajado. Esto me permitió corroborar la afirmación de que siempre el viaje es más o menos ilusorio, de que no hay nada nuevo bajo el sol, de que todo es uno y lo mismo, etc., pero también, paradójicamente, de que es infundada cualquier desesperanza de encontrar sorpresas y cosas nuevas; en verdad el mundo es inagotable. Como prueba de lo que digo bastará recordar la peregrina creencia que hallé en el Asia Menor, entre un pueblo de pastores que se cubren con pieles de oveja y que son los herederos del antiguo reino de los Magos. Esta gente cree en el sueño. "En el instante de dormirte" me explicaron "según hayan sido tus actos durante el día, te vas al cielo o al infierno". Si alguien argumentara: "Nunca he visto partir a un hombre dormido; de acuerdo a mi experiencia, quedan echados hasta que uno los despierta", contestarían: "El afán de no creer en nada te lleva a olvidar tus propias noches -¿quién no ha conocido sueños agradables o sueños espantosos?- y a confundir el sueño con la muerte. Cada uno es testigo que hay otra vida para el soñador; para los muertos es diferente el testimonio: ahí quedan, conviertiéndose en polvo"

Gustavo REIJA: Soñadores

Soñadores
Gustavo REIJA


Los soñadores cumplían su delicada misión en el nivel inferior de la ciudadela, enclaustrados en dominios a los que la luz del sol no llegaba. Este mundo de pasillos, escaleras, salas, pasadizos, cámaras y cuevas en el que dormían, vivían y se reproducían era su única realidad posible. Los cubículos se distribuían en las paredes laterales de las cámaras, en forma circular, excavados en la roca granítica con una separación de no más de un metro entre ellos. En cada cámara, había como máximo diez soñadores. Sus conexiones neuronales se mantenían unidas a la consola central por haces de luz que transmitían, sin resistencia material, la información que brotaba de sus cerebros.

Resultaba fácil distinguir las fases de actividad onírica en las que se encontraban. Para ello, los controladores efectuaban el seguimiento durante las veinticuatro horas del día a través de micro pantallas de plasma implantadas en la base de su hipotálamo. Cada soñador tenía asignado un controlador; sus vidas estaban curiosamente entrelazadas ya que, sus fases de sueño y vigilia debían ser complementarias.
La labor de los controladores era esencial y, por supuesto, semejante responsabilidad hacía que no fuera fácil encontrarlos.

Todos los años, la corporación de investigaciones oníricas visitaba, a través de sus agentes especiales, los jardines maternales del anillo superior. Llevaban consigo un analizador neuronal portátil que les permitía detectar, si estaban en un día de buena suerte, algún potencial soñador. Las condiciones que debían poseer eran simples pero escasas: capacidad de alta concentración y adaptación a distintos ciclos vitales. Una vez identificados, los potenciales controladores eran recluidos en unidades especiales que dependían directamente de la Corporación, donde permanecían hasta terminar su proceso de educación. La estadística oficial afirmaba que de cada mil potenciales controladores sólo uno llegaba a serlo en realidad.

Los soñadores nacían soñadores. Los intentos por crear soñadores habían fracasado. El Consejo de los Sabios había dictaminado luego de años de estudios y dudas, que no era posible crear un soñador ya que las condiciones genéticas indispensables para serlo no podían ser implantadas, ni siquiera a embriones tratados con Meta 4 en su fase primigénia.

Los entes, vivían en castillos de cristal pulido en lo más alto de las montañas de Ruldyhensl que poseían una estructura hexagonal con sus caras orientadas a los seis cuadrantes del hiperespacio.
Las paredes transparentes permitían que la energía solar las atravesasen, reportando este hecho un gran beneficio para su estabilidad emocional. Si bien la ausencia de energía podía ser tolerada por cortos períodos, nunca más de treinta minutos continuos, los entes eran en el fondo seres precavidos y raramente se aventuraban en las profundidades de las catacumbas. Ello, no era en absoluto necesario ya que la red digital abarcaba cada espacio del castillo y estaba directamente enlazada con la consola central de procesamiento neuronal alojada en las profundidades. Nada de lo que allí ocurría, les era ajeno.

Soñadores, Controladores y Esclavos constituían la base de su sociedad; la diferenciación de roles y tareas constituía un rasgo distintivo al que debían su supervivencia. No se trataba simplemente de ser más eficientes; sino, más bien, de ser.

Durante eones el problema había sido el mismo: el conocimiento podían aprehenderlo facilmente, en una especie de ósmosis energética. Pero, la experiencia, eso era un asunto totalmente diferente.

Los intentos por transformar conocimiento en experiencia habían fracaso estrepitosamente. Los entes sabían como hacer las cosas pero carecían de la experiencia de la cosa hecha. Podían saber como se componía en la escala cromática el color rojo, pero no podían ver un color rojo. Conocían la composición química de todos los olores del cosmos pero la experiencia de oler la fragancia de una flor les era inaccesible.

Aunque el tiempo no era una variable relevante en sus vidas, los entes pronto llegaron a la conclusión que su existencia carecía de sustento sin la experiencia. Decidieron entonces recurrir a los soñadores, y crear configuraciones a las que llamaron Módulos de Realidad Tridimensional: una realidad soñada, con personajes, escenarios y sobre todo, experiencias.

Los Entes dirigían las catacumbas de la ciudadela. Eran los encargados de despertar a los soñadores y mantenerlos en vigilia para que se alimentaran y aparearan. En un quince por ciento de los casos, de una pareja de soñadores nacía otro soñador. El resto de los embriones eran desechados, ya que no era posible aumentar la población.

El alimento de los soñadores era una papilla especialmente preparada por los esclavos que consistía en nutrientes orgánicos mezclados con un treinta por ciento de Meta 4. Esta sustancia sintética mantenía regulado el metabolismo de los soñadores sin que se produzcan desajustes inconvenientes. Sin embargo, el Meta 4 no era del todo estable en sus propiedad químicas. En un dos por ciento de los casos, esta inestabilidad alteraba el ciclo de sueño de un soñador y producía disrupciones tridimensionales que debían ser rápidamente corregidas por los controladores; y esto no era un detalle menor.

En el último episódio registrado en la estadística oficial, una disrupción de medio nanosegundo de duración provocó la desaparición de dos torres de cristal completas de un país del norte de América. Se calculó que unas tres mil quinientas personas murieron en el hecho. Como siempre que estas anomalías ocurrían, la explicación del hecho variaba de acuerdo al grado de evolución de la configuración tridimensional. En algún tiempo remoto, fue la existencia de plagas, en otro las guerras de conquista; últimamente, la explicación mas convincente, para las desapariciones masivas de seres humanos, se apoyaba en la existencia de atentados terroristas.