Soñadores
Gustavo REIJA
Los soñadores cumplían su delicada misión en el nivel inferior de la ciudadela, enclaustrados en dominios a los que la luz del sol no llegaba. Este mundo de pasillos, escaleras, salas, pasadizos, cámaras y cuevas en el que dormían, vivían y se reproducían era su única realidad posible. Los cubículos se distribuían en las paredes laterales de las cámaras, en forma circular, excavados en la roca granítica con una separación de no más de un metro entre ellos. En cada cámara, había como máximo diez soñadores. Sus conexiones neuronales se mantenían unidas a la consola central por haces de luz que transmitían, sin resistencia material, la información que brotaba de sus cerebros.
Resultaba fácil distinguir las fases de actividad onírica en las que se encontraban. Para ello, los controladores efectuaban el seguimiento durante las veinticuatro horas del día a través de micro pantallas de plasma implantadas en la base de su hipotálamo. Cada soñador tenía asignado un controlador; sus vidas estaban curiosamente entrelazadas ya que, sus fases de sueño y vigilia debían ser complementarias.
La labor de los controladores era esencial y, por supuesto, semejante responsabilidad hacía que no fuera fácil encontrarlos.
Todos los años, la corporación de investigaciones oníricas visitaba, a través de sus agentes especiales, los jardines maternales del anillo superior. Llevaban consigo un analizador neuronal portátil que les permitía detectar, si estaban en un día de buena suerte, algún potencial soñador. Las condiciones que debían poseer eran simples pero escasas: capacidad de alta concentración y adaptación a distintos ciclos vitales. Una vez identificados, los potenciales controladores eran recluidos en unidades especiales que dependían directamente de la Corporación, donde permanecían hasta terminar su proceso de educación. La estadística oficial afirmaba que de cada mil potenciales controladores sólo uno llegaba a serlo en realidad.
Los soñadores nacían soñadores. Los intentos por crear soñadores habían fracasado. El Consejo de los Sabios había dictaminado luego de años de estudios y dudas, que no era posible crear un soñador ya que las condiciones genéticas indispensables para serlo no podían ser implantadas, ni siquiera a embriones tratados con Meta 4 en su fase primigénia.
Los entes, vivían en castillos de cristal pulido en lo más alto de las montañas de Ruldyhensl que poseían una estructura hexagonal con sus caras orientadas a los seis cuadrantes del hiperespacio.
Las paredes transparentes permitían que la energía solar las atravesasen, reportando este hecho un gran beneficio para su estabilidad emocional. Si bien la ausencia de energía podía ser tolerada por cortos períodos, nunca más de treinta minutos continuos, los entes eran en el fondo seres precavidos y raramente se aventuraban en las profundidades de las catacumbas. Ello, no era en absoluto necesario ya que la red digital abarcaba cada espacio del castillo y estaba directamente enlazada con la consola central de procesamiento neuronal alojada en las profundidades. Nada de lo que allí ocurría, les era ajeno.
Soñadores, Controladores y Esclavos constituían la base de su sociedad; la diferenciación de roles y tareas constituía un rasgo distintivo al que debían su supervivencia. No se trataba simplemente de ser más eficientes; sino, más bien, de ser.
Durante eones el problema había sido el mismo: el conocimiento podían aprehenderlo facilmente, en una especie de ósmosis energética. Pero, la experiencia, eso era un asunto totalmente diferente.
Los intentos por transformar conocimiento en experiencia habían fracaso estrepitosamente. Los entes sabían como hacer las cosas pero carecían de la experiencia de la cosa hecha. Podían saber como se componía en la escala cromática el color rojo, pero no podían ver un color rojo. Conocían la composición química de todos los olores del cosmos pero la experiencia de oler la fragancia de una flor les era inaccesible.
Aunque el tiempo no era una variable relevante en sus vidas, los entes pronto llegaron a la conclusión que su existencia carecía de sustento sin la experiencia. Decidieron entonces recurrir a los soñadores, y crear configuraciones a las que llamaron Módulos de Realidad Tridimensional: una realidad soñada, con personajes, escenarios y sobre todo, experiencias.
Los Entes dirigían las catacumbas de la ciudadela. Eran los encargados de despertar a los soñadores y mantenerlos en vigilia para que se alimentaran y aparearan. En un quince por ciento de los casos, de una pareja de soñadores nacía otro soñador. El resto de los embriones eran desechados, ya que no era posible aumentar la población.
El alimento de los soñadores era una papilla especialmente preparada por los esclavos que consistía en nutrientes orgánicos mezclados con un treinta por ciento de Meta 4. Esta sustancia sintética mantenía regulado el metabolismo de los soñadores sin que se produzcan desajustes inconvenientes. Sin embargo, el Meta 4 no era del todo estable en sus propiedad químicas. En un dos por ciento de los casos, esta inestabilidad alteraba el ciclo de sueño de un soñador y producía disrupciones tridimensionales que debían ser rápidamente corregidas por los controladores; y esto no era un detalle menor.
En el último episódio registrado en la estadística oficial, una disrupción de medio nanosegundo de duración provocó la desaparición de dos torres de cristal completas de un país del norte de América. Se calculó que unas tres mil quinientas personas murieron en el hecho. Como siempre que estas anomalías ocurrían, la explicación del hecho variaba de acuerdo al grado de evolución de la configuración tridimensional. En algún tiempo remoto, fue la existencia de plagas, en otro las guerras de conquista; últimamente, la explicación mas convincente, para las desapariciones masivas de seres humanos, se apoyaba en la existencia de atentados terroristas.
Saturday, September 10, 2005
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