La Partida
Gustavo REIJA
Nadie advirtió su partida. Nadie extrañó su ausencia. Sumida en el fango del olvido fue innominada. Sin embargo, habitó alguna vez entre los hombres; no sólo habitó, reinó.
Hoy, su escencia sólo se conserva en templos ignotos de dioses olvidados. Su mención, aterroriza al profano e inquieta al creyente.
En las aldeas romanas paseó su silente triunfo en carros vencedores; conoció la brisa del mediterráneo; saboreó la ingratitud del pueblo ebrio de gloria.
En el alto Egipto bendijo reyes díscolos; sobre las pirámides inconclusas voló en noches de luna llena; visitó la desesperación de la pérdida, y acunó la ternura del encuentro.
Los bibliotecarios de Babilonia la resguardaron con impotencia. Los arquitectos de Tenochtitlan la edificaron presuntuosa.
Fue argumento de cultos antiguos; algunos abominables, otros celestiales. Los angeles hablaron por ella y los demonios blasfemaron su nombre.
Los hombres la amaron y odiaron, a un mismo tiempo. Sus nombres fueron variados: Yltuig, Rgangy, Verdad.
En los albores del mañana su esperanza renace gloriosa, crece, se multiplica. En el fin de los tiempos su destino es manifiesto: imponerse. Por ahora, en silencio, su tarea no cesa: persistir, persistir,persistir.
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