Sunday, July 31, 2005

ARTE: Claudia GRIONI

JUGLARES

Oleo sobre cartón entelado

Autor: Claudia Grioni


Saturday, July 23, 2005

Gustavo REIJA: Profundamente Frío



I
Las pocas personas que creen conocerme afirman que poseo un carácter dubitativo e indolente; aunque dudo que ello sea cierto, no me tomaré aquí el trabajo de desmentirlo.

Lo que si podría afirmar, si es que puede algo afirmarse, es que la debilidad de mi carácter ha forjado en mi una personalidad fóbica.
Y no crean ustedes que lo de fóbico es algo menor; en mi modesta opinión, tal característica es la esencia de mi ser.
No podría concebir mi existencia privado de mis fobias; ellas constituyen mis referentes, mis deformes espejos en los que, con terror, humillación o simplemente indiferencia, me reflejo. Me temo que eliminarlas acabaría por destruirme; de modo que, no se compadezcan de mí.

Desde hacía algún tiempo una angustia me visitaba a menudo: la sospecha que me hubieran robado una parte de mi existencia, sin que yo lo supiera, y que todo lo que me rodeaba simulaba un orden inexistente; que un titiritero macabro manejaba mi vida haciendome creer que mis actos respondían a una voluntad propia cuando, en realidad, no eran sino torpes movimientos en medio de un caos cósmico.

Esa extraña y enfermiza repugnancia a abandonarme al recuerdo de hechos pasados, la angustiante carencia de imágenes en lo que concernia a mi juventud y, sobre todo, la desesperanza de recuperarlas algún día, me atormentaban.

Los resortes de mis pensamientos y mis actos se encontraban disimulados en otra personalidad olvidada hacia tiempo y que, de verla, yo jamás podría reconocer. Las habitaciones de mi mente se encontraban cerradas e ignoraba quién o que era el guardian que poseía las llaves para abrirlas.

Tan enfrascado en estas angustias existenciales me hallaba que, cuando golpearon la puerta de mi habitación no me sobresalté; por el contrario, el tener que levantarme a abrir me significó un grato alivio.

Mientras caminaba los pocos pasos que van desde mi catre hasta la puerta traté de imaginar quien podía ser: el dueño del hotel, quizás, Madeleine, tal vez, en cualquiera de los dos casos me era indiferente.

Al abrir, sin embargo, ninguna de mis previsiones se cumplió. Detrás de la puerta encontré parado un niño de unos ocho años, desgarbado y con ojos color hielo que, sin preámbulos, extendió su mano y me entregó un sobre marrón, luego de lo cual salió corriendo por el pasillo.

El sobre estaba arrugado y húmedo; quizás las nerviosas manos del niño lo habían mojado. En su interior había un trozo de papel blanco con su borde inferior cortado irregularmente, como si hubiese sido desprendido a mano de un trozo mayor. El mensaje que contenia estaba escrito con lápiz y letra temblorosa.


Al leerlo, su contenido me dejó perplejo.
La nota decía:
“Señor Agundez, necesito que me ayude. No puedo quedarme para explicarle porque estoy huyendo, quieren matarme. Tengo importante información. Por favor, créame, venga a la calle Rivarola 13, a las 1600 hs, lo espero”
Arturo
Trastornado dejé caer la carta al suelo.

Faltaban 3 minutos para la hora de la cita cuando llegue a la dirección indicada. Era una vieja casa de estilo victoriano que, hacía seguramente mucho tiempo, había pertenecido a una familia acomodada del pueblo.

Se podía adivinar, bajo la pintura descascarada y la suciedad de años, glorias pasadas en sus ornamentos exteriores que remataban, en lo alto de la cornisa en dos górgolas que, con sonrisas maléficas, observaban a los visitantes.
Golpeé sin muchas esperanzas de ser atendido pero, para mi sorpresa, la puerta se entreabrió hasta permitir que desde dentro pudieran observar sin ser observados.
-Soy Agundez, dije esperando alguna respuesta.
-Adelante, lo estabamos esperando.

La primera impresión al ingresar al vestíbulo de aquella residencia fue la de ser invadido por la oscuridad más intensa. Apenas se podía divisar el contorno de dos figuras humanas que me franquearon el paso. Una de ellas parecía tener una altura similar a la mía mientras que la otra, mucho más pequeña supuse se trataba del niño que me había visitado la tarde anterior.

Sin dirigirme la palabra me invitaron a pasar con un ademán que pude adivinar en medio de la tiniebla que me rodeaba. Comence a transitar por un largo pasillo en cuyas paredes podía adivinar antiguos cuadros colgados en forma asimétrica a ambos lados.

Un penetrante olor a humedad y encierro terminaban por darle al sitio una personalidad lugubre. El inquietante pasillo terminaba en una puerta de doble hoja de vidrio repartido en la que pude adivinar dos antiguos vitraux representando escenas de la lucha de San Jorge con el Dragón. Allí me detuve.
La figura humana más alta se adelantó y abrió la puerta. Una ola de intensa luz me cegó transitoriamente mientras mis ojos intentaban adaptarse a las nuevas condiciones lumínicas. En pocos segundos, pude ver nuevamente.

Ante mi, se desplegaba un salón profusamente iluminado con una larga mesa central en derredor de la cual se encontraban seis hombres, ataviados con túnicas color rojo; todos tenian sus ojos clavados en mí.
Desconcertado, me mantuve estático sin saber si entrar al salón o salir definitivamente corriendo por el pasillo hacia la salida, de algún modo extraño intuía que lo que decidiera en ese momento podía cambiar mi vida.
Mientras mi duda no terminaba de resolverse, uno de los hombres se paró y elevando ambas manos al cielo en señal de súplica dijo:
-Bienaventurado sea el señor porque lo hemos encontrado, gloria al mensajero de la luz!

En lo que se me antojó como una extraña mezcla de éxtasis religioso y experiencia alucinógena, los restantes participantes de la reunión se pararon enérgicamente y comenzaron a aplaudir.

El hombre que estaba a mis espaldas acercó su mano a mi hombro y con suave empujón, que interprete como una cordial invitación, me hizó ingresar al salón.

Me sentaron en la cabecera de la mesa, en una silla de madera tallada con figuras de demonios y ángeles alados trabados en una desigual lucha.

Un asistente, lo supuse así porque era el único que no llevaba la túnica roja, me acercó una copa de antiguo cristal con un líquido oscuro el que probablemente fuera vino. Al observar con detalle pude comprobar que todos los participantes de aquella reunión tenían en su mano una copa similar y que la alzaban invitandome a beber.
Dado lo extraño de aquel suceso y mi débil personalidad, no me atreví a decepcionar a mis anfitriones, levanté entonces la copa y de un sorbo bebí su contenido.

El sabor no era desagradable, semejaba a un vino malbec de buena calidad; sin embargo, al instante noté la diferencia. Todo el salón parecia desintegrarse ante mis ojos, los colores se fundian en una orgía cromática en la cual, mi yo, comenzaba a desaparecer. En el último atisbo de concencia comprendí que había sido drogado.

II
-No temas, el sueño es el puente entre la vigilia y el dormir, lo es también entre la vida y la muerte; abre los ojos y mírame.
Aquellas palabras parecían provenir de una voz conocida aunque no pudiera identificarla aún. Con esfuerzo abrí mis ojos. Me encontraba acostado, al aire libre, debajo de un árbol de extrañas hojas y tronco retorcido; a mi lado, un anciano con su vista fija en mi.
-No temas y comprenderás, el temor nubla tu entendimiento y necesitarás todas tus capacidades para lo que te será revelado.
-Donde estoy?
-Estás donde siempre estuviste, aunque no lo recuerdes ahora.
Traté de incorporarme pero tenía la cabeza embotada, prefería volver a acostarme. Sentía mi corazón latir muy fuerte y mi respiración estaba entrecortada.

El anciano que hasta ese momento había permanecido de pie se sentó a mi lado y dijo:
-Aprender a soñar es el primer paso en el largo camino a la sabiduría. El mundo de la vigília no puede enseñarte más allá de la realidad material y la sabiduría requiere de mucho más que eso. La vigília se expresa en palabras pero los sueños lo hacen en imágenes.¿Cuántas veces la incertidumbre acerca de tu pasado te ha asaltado en las largas noches de insonmio? ¿Qué no hubieses dado en aquellas aciagas jornadas por una razón para seguir viviendo?

La realidad de la vigilia no puede proporcionarte respuestas. Sueño y vigilia componen un todo, no pueden ser separados. Sólo tienen sentido en forma conjunta, sino ambos son meras apariencias de vida, sin sustento, amorfas.
Has olvidado la importancia del sueño, has glorificado sólo una parte de tu existencia: la vigilia. Has abandonado en el mundo de los sueños tus recuerdos. La realidad material te embriagó.

La cara del anciano me era familiar; lo conocía, pero no sabía quién era.
Cerré los ojos, una pesadez robusta me impedía mantenerlos abiertos. Las imágenes desfilaban ante mí como en un círculo sin fin; mis deseos, luchas, decepciones, ilusiones, se presentaban en imágenes tridimensionales.

Abrí los ojos y reconocí el lugar en el que estaba: acostado en mi cuarto.
Me levante y me lavé la cara. Me miré al espejo y supuse que todo había sido un sueño.
En ese momento el timbre sonó; dos policías estaban en mi puerta.
-Señor Agundez, tiene que acompañarnos-dijo el policía.

III
-La situación es grave, Gregorio- Madeleine lo dijo con acento grave, como cuando peléabamos, hacía ya bastante tiempo.

Mi relación con ella nunca había sido tranquila. Al principio, la pasión había ocultado los problemas; luego, la rutina se encargó de potenciarlos.

Ahora, encerrado en el calabozo de la seccional, recurrí a ella y me dí cuenta que no tenía a nadie más para llamar. Raúl Paredes, su abogado, el mismo con el que discutí varias veces durante nuestra separación, la acompañaba; verlo allí, me dió una extraña sensación de satisfacción.

-Pudiste averiguar algo.
-Te acusan de asesinato, hay testigos, por Dios, Gregorio! Que pasó?
-Todo debe ser un gran error; yo estaba acostado, en mi cuarto, no salí de él en las últimas veinticuatro horas; como antes, te acordás?
Claro que se acordaba, pobre Madeleine. Aquellas depresiones que me asaltaban periódicamente, durante las cuales no salía de casa; aquellos abismos en los que caía y durante los que sentía miedo; un miedo profundo, frío, totalmente distinto al miedo común: el que podemos sentir todos; no, aquella sensación era terrible y me sumía en días negros en los cuales casí no me movía de mi cama.

-Gregorio, por favor, hay testigos, te vieron entrar al consultorio del Dr Benavidez, escucharon golpes, saliste con las manos ensangrentadas: lo mataste.

Una luz relampagueó en mi cerebro; el Dr Benavidez, mi siquiatra; siempre pensé que él tenía la llave para ingresar a mi pasado, que me mantenía recluído en un presente de temor eterno para dominarme. Si, puedo recordar su cara de terror cuando me vió con el arma, un terror casí tan profundo como el mío, frío y desolado.

Sueño y vigilia: dos partes de lo mismo; si, el anciano tenía razón: la realidad no puede proporcionarme respuestas.

Me recosté en el catre del calabozo; estaba frío, casí como mi miedo; pero, que importaba ahora, me había liberado de mi opresor y, además, necesitaba estar aquí: dentro; sin salir, por mucho tiempo.

Wednesday, July 20, 2005

Gustavo REIJA: Inocencia Perdida



Inocencia Perdida
Gustavo REIJA
“La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido”

H.P. LOVECRAFT
“El Horror en la literatura”
Alianza Editorial


Nota del Editor: El siguiente documento fue encontrado dentro de un escritorio en desuso, ubicado en un antiguo depósito del diario “La Prensa” de la ciudad de Buenos Aires, en el mes de abril de 1969. No se puede dar precisiones acerca de su verosimilitud.

Estoy seguro que no me creerán. Sólo espero que, al menos, crean que creo lo que afirmo. Que mi testimonio no es el resultado de una mente afiebrada y trastornada por los designios de la demencia, sino un alerta, un grito de desesperación que pretende despertar las conciencias dormidas por siglos de falaz racionalismo, que nos ha hecho creer que las leyes de la lógica dominan nuestro universo. Dudé mucho antes de ponerme a escribir el relato de estos hechos pero, ya no puedo soportar en soledad esta presión que amenza acabar con mi vida. Lo escribo antes que no pueda poner palabras a mis recuerdos; la hora de descorrer el velo ha llegado.

Mi amigo Hans,...... Todo comenzó en el año 1910, mientras los festejos del Centenario de la independencia teñian a Buenos Aires de alegría. En ese año, como joven cronista del diario, mi jefe me asignó una tarea que, al principio, temí se tratara de una de las frecuentes bromas que se le gastan a los cronistas novatos con el objeto de foguearlos en el dificil arte del periodismo. Tal misión, era entrevistar a un joven alemán que venía al país con una obsesión: dirigirse a la Patagonia y establecerse allí para la crianza de lombrices para la fertilización del árido suelo del sur. Semejante idea requería una nota. Que alocada mente podía concebir una cosa así!. Venir desde Europa con el solo objeto de establecerse en el desierto patagónico y, nada menos que a criar lombrices! Recuerdo la risa que me provocó la idea de conocer a este lunático personaje.

El día de su llegada, lo recibí en el puerto y lo acompañé hasta un hotel barato de la Avenida de Mayo, del que me reservo su nombre, donde se alojó.

Era una persona joven, de unos 25 años, alto, rubio y de figura erguida. Tenía la mirada firme y la voz resuelta, características típicas de aquellos dotados de la determinación para encarar una obsesión. Hablaba un aceptable castellano, aprendido en anteriores incursiones en España. Recuerdo que me llamó la atención que sólo traía un pequeño baúl de madera pero, disipó mis dudas diciendo que el resto del equipaje le llegaría una semana después, en un vapor, desde su tierra. Durante esa semana, permanecería en Buenos Aires organizando su partida hacia el sur. Le realice el reportaje, lo presenté al diario y, como solía ocurrir con mis trabajos, nunca fue publicado.

La curiosidad en parte, mi sentido de solidaridad y, sobretodo, una identificación personal con aquel solitario y extravagante personaje me llevó a interesarme en su suerte y acompañarlo esa semana en la ciudad. Por las tardes, luego de salir de la redacción del diario, lo pasaba a buscar por el Hotel y tomábamos chocolate con churros en el café “Tortoni” mientras me relataba sus experiencias en Alemania con la cria de lombrices. Según me explicó, estos bichitos al digerir sus alimentos producían abono que servía para fertilizar terrenos áridos. Enterado de la existencia de la Patagónia por las disertaciones del Dr Francisco Moreno en Europa, había decidido presentar su proyecto en la embajada Argentina en Alemania la que, luego de consultar al gobierno central, había autorizado la llegada del joven Hans otorgándole 10 hectáreas en la zona conocida como el valle del volcán Lanín, en el Territorio Nacional del Neuquen, para desarrollar su proyecto. Por aquellos años, el Gobierno ejercitaba la política de entregar territorios a pioneros extranjeros, con la esperanza que trajeran a estas despobladas tierras su sabiduría y sus capitales, poblándolas, y asemejándolas al progresista continente Europeo.

Hans, era uno de esos pioneros. Provenía de un pequeño poblado rural cercano a Berlín y se había criado en una granja en la que aprendió las tareas que cualquier buen campesino conoce. Demasiado pronto, sus padres habían muerto dejándole la responsabilidad por el manejo de la propiedad. Fue, por aquellos días, que comenzó a experimentar con la cría de lombrices seducido por la idea de producir abono para las cosechas a bajo costo. La idea se basaba en un procedimiento detallado en un viejo tratado de agricultura que el jóven Hans había estudiado con pasión durante su adolescencia. Si bien sus primeras experiencias habían resultado frustrantes, su empeño y tenacidad (al fin de cuentas era alemán) lo habían llevado a obtener buenos resultados en pequeña escala. Su ambición, era poder realizar la experiencia a una escala mucho mayor y, para ello, no existía mejor lugar que el desierto patagónico.

Las lombrices se habían convertido en su obsesión, y la forma como se refería a esos, para mí repugnantes gusanos, mostraba una gran simpatía y hasta quizás un amor interespecie si esto no sonara descabellado. Su vida en Alemania no era muy productiva, era soltero y apenas le quedaba como familia una tía paterna a la que casi no veía. La posibilidad de un nuevo comienzo en estas tierras vírgenes había conquistado su voluntad.

Una semana después de su arribo a Buenos Aires, llegaron sus enseres que, básicamente, consistían en cuatro baúles de color terroso conteniendo las herramientas que necesitaría para comenzar a trabajar. Recuerdo que me llamó la atención uno de ellos que tenía perforaciones en su exterior y que servía, según me explicó, para transportar los planteles de lombrices que serían la génesis del proyecto.

Finalmente, Hans partió hacia su destino patagónico.
¿Cómo podía imaginar en aquellas agradables tardes de plática el incierto destino que la vida le estaba preparando a mi amigo?

Durante los siguientes cuatro meses mi vida transcurrió con su habitual ritmo: me levantaba temprano y desayunaba en el comedor principal de la pensión del barrio del once donde vivía, invariablemente el desayuno incluía el cotidiano malhumor de don Cosme, el dueño de aquel lugar, quien a falta de familia propia nos había adoptado a los allí residentes como destinatarios involuntarios de sus rabietas. Me iba al diario en el que permanecía la mayor parte del día, salvo una pequeña interrupción por la tarde en la que, junto con Armando y Raúl, nos íbamos a jugar a los dados en un boliche cercano. Por las noches cenaba en la pensión, escuchaba algo de radio y me acostaba, en un ritual monótono pero tranquilizador. Yo era de aquellos que solían protestar contra la rutina pero, que daría ahora por volver a poder vivir sumido en ella!

De Hans no tuve novedades hasta el mes de Octubre, en el que llegó su primera carta que transcribo a continuación:

Herr estimado Julio:

Le escribo la presente con la alegría de poder decirle que, finalmente, estoy instalado en estas tierras. No voy a mentirle ni presentarle un panorama rosa de la situación. Desde la última vez que nos vimos la situación no ha sido fácil. El viaje hasta estas tierras no es una experiencia recomendable para cualquiera. Hay que estar armado de paciencia y buen humor para superar las dificultades propias del camino. Pero, en la vida, todo tiene sus compensaciones, he encontrado aquí gente muy amable que me están brindando su ayuda para comenzar con mi proyecto. Puedo contarle, sin exagerar que las lombrices que me enviaron se están adaptando muy bien al terreno y que ya comenzaron a reproducirse.
Espero tener, en poco tiempo, una cantidad suficiente para comenzar con la segunda etapa del experimento. Lo mantendré al tanto de mis avances.
Con la estima de siempre
Su amigo,
Hans


Con la nota se adjuntaba la siguiente tarjeta de evidente factura casera:

Hans Ulrich
Granja de Lombrices Productivas
Valle del Lanín
Territorio del Neuquen

Leer aquella nota me tranquilizó. Al fin, tal vez lo que parecía la obra de una mente desquiciada no lo era tanto y, mi amigo, estaba logrando avanzar en aquel asunto.
Al cabo de tres meses, arribó la segunda carta, la que demostraba cierta preocupación. La granja, no avanzaba a la velocidad que mi amigo deseaba y eso, lo estaba haciendo perder la calma. Aprovechando mis vacaciones en el diario, decidí hacerle una visita.

El traslado no fue fácil. Los caminos eran poco más que huellas en el desierto, por donde apenas podía pasar una carreta. Luego de tres días de viaje, llegue a lo que parecía ser la granja.
Desde el camino se veía una pequeña cabaña de cuya chimenea surgía un humo blancuzco; detrás, una extensión de aproximadamente una hectárea de tierra negra, se destacaba por su color en medio del paisaje ocre.

Antes que llegara a tocar la puerta, la misma se abrió y Hans salió a recibirme. Aunque su expresión demostraba la sorpresa y alegría de volver a ver a su único amigo en estas tierras, no pude reprimir mi gesto de pavor.

El joven, al que había despedido en Buenos Aires hacia pocos meses, estaba transformado.
Es increíble el efecto que sobre algunas personas puede ejercer el desierto patagónico. Su pelo parecía haberse ido decolorando con el potente sol del sur; su rostro, ajado y seco, mostraba mas arrugas de las que yo recordaba; sus dientes, blancos en mi memoria, se habían vuelto amarillentos parduscos; su figura, alta y erguida, presentaba un aspecto desgarbado; el efecto de todos estos detalles, al mismo tiempo, era francamente alarmante.

Por suerte, pareció no notar mi espanto y, luego de un rápido abrazo, me invitó a pasar. La cabaña era pequeña, y presentaba el descuido propio, de quien sabe que nadie vendrá a visitarlo. Tenía una cama, junto a la chimenea, y grandes ventanales, a través de los cuales, el volcán Lanín, parecía meterse en la pequeña habitación.

Luego de beber un té, me invitó a visitar la granja. Tal como me contara en su última carta, el proyecto no avanzaba como el lo había previsto. A la aridez del terreno se sumaba la potencia del sol, que provocaba la muerte de grandes cantidades de lombrices.

Un pequeño depósito de agua de lluvia, que había sido excavado por Hans, estaba casi seco.
La dotación de lombrices, se reducía día a día. Sin embargo, en sus ojos brillaba una esperanza: un grupo de indios araucanos, había entablado contacto amistoso y lo ayudaría con las tareas de la granja; esto, mantenía viva la ilusión del proyecto.

Me preguntó por la ciudad. A pesar de su corta estadía en Buenos Aires, comenzaba a extrañar nuestras charlas en el café “Tortoni”. Me prometió que en cuanto pudiera obtener los primeros resultados de su granja se trasladaría a la ciudad para descansar unos días.

Terminé mi corta visita con la idea que pronto volvería a encontrar a Hans golpeando mi puerta en la ciudad, con el fracaso a cuestas.

A pesar de esa impresión, dos meses despúes la tercera carta volvía a mostrar al Hans optimista que había recibido en el puerto hacía un tiempo.

Herr estimado Julio:

Estoy seguro que luego de su última visita se llevó de estas tierras la idea que el proyecto no funcionaria. Que seguramente todo era una quimera y que muy pronto volveria a mi tierra empujado por el fracaso. No se sienta culpable por ello, en realidad estuve a punto de creerlo yo también. Todo se encaminaba hacia ese destino hasta que los indios araucanos que Ud. conoció en su visita comenzaron a colaborar en mi proyecto. Al principio en forma tímida y esporádica. Pero pronto se integraron de forma sorprendente y asumieron las más diversas tareas a medida que les iba explicando los secretos de la cría de lombrices. No se imagina Ud. lo voluntariosos que son!
Han traido a un brujo de su tribu quien realiza unos extraños y aparatosos rituales, nada que pueda comprender mi mente formada en la lógica tradicional pero, debo reconocerlo desde que ello ocurre, las lombrices han comenzado a reproducirse y crecer a un ritmo más alto del que yo hubiera podido imaginar.
Los primeros cargamentos de fertilizantes podrán estar listos para ser comercializados en unos cuatro meses.
Espero poder compartir con Ud. las fiestas de fin de año.
Con la estima de siempre,
Hans


Recuerdo que en aquel momento la esperanza del éxito que transmitía el mensaje me contagió de optimismo y durante las siguientes semanas mi espíritu se sintió tonificado. Mis tareas en el diario comenzaron a tomar otro vuelo, o al menos así lo interpretaba, y hasta soportar las protestas de Don Cosme por las mañanas se había vuelto más tolerable. De algún modo misterioso mi identificación con la empresa de Hans estaba creciendo y sus estados de ánimo me contagiaban.

Los cuatro meses siguientes fueron intensos e imaginaba la recepción que la daría a mi amigo para las fiestas de fin de año cuando, victorioso, volviera a la ciudad. En medio de tales fantasías hasta imaginaba con ayudarlo a vender su producción en Buenos Aires.
Todo fue esperanza hasta su siguiente carta:

Herr estimado Julio:

Mi gran amigo. No sabe Ud. La necesidad que tengo de verlo. Lo que voy a contarle casi ni yo mismo puedo creerlo. Por favor, no crea que estoy loco o que los vientos arenosos que nos golpean incesantemente me han terminado por desquiciar. Por favor, confie en mí! Amigo mio, temo por mi vida! Las lombrices se han desarrollado de una manera no natural. No entiendo lo que pasa. Algunas han llegado a medir mas de 1 metro. He encontrado restos de ovejas horriblemente mutiladas en mi granja. Oh!! Por Dios, por las noches se escuchan ruidos extraños. Especies de cánticos guturales surgidos de las entrañas del averno. Estoy desesperado. No he podido dormir en los últimos días. El grupo de araucanos que me está ayudando ha montado sus carpas en la granja. Me siento vigilado y no se que hacer. He descubierto que estos indios adoran a un dios al que llaman Setebos. Que practican el canibalismo. Vino a mi memoria la frase que en la tempestad de Shakespeare, en el acto primero, dice Cáliban: “I must Obey; his art is such power, it would control my Dam´s god, Setebos”. Encontré una grotesca reproducción de la imagen a la que veneran y es un ser abominable con forma de gusano gigante!!. Por favor, no estoy loco! No sé que será de mi. Por favor, me siento perdido, venga cuanto antes!!

Hans

El tono de aquella carta era desesperante. Pedí unos días en el diario y viaje inmediatamente.
Al llegar, me encontré con un espectáculo desolador. En el lugar donde había encontrado la granja en mi anterior viaje se extendía, ahora, un terreno calcinado, sin rastros de vegetación, con la tierra totalmente quemada y sin vestigios de construcción alguna.

Parecía como si el fuego del infierno se hubiera abierto paso desde las profundidades emergiendo en ese terreno hasta pulverizarlo. De Hans y su proyecto no había rastros.

El destacamento del Ejercito más cercano estaba a unos 15 Km del lugar. Me dirigí hacia allí con la esperanza de encontrar alguna explicación al hecho.

Me recibió el comandante de la región el que, ante mi requisitoria, relató una historia acerca de un incendio que no pudo ser controlado, de la muerte de mi amigo en el mismo y la destrucción total de sus instalaciones. Que esas cosas pasaban a menudo y que la Patagonia era un lugar peligroso. Me contó que no se había podido recuperar nada y que lamentaba mucho lo sucedido, deseándome un buen retorno a la Capital.. Había yo llevado la última carta de mi amigo, se la mostré, le conté de las ceremonias secretas, de las invocaciones a deidades cuyo nombres no deben ser pronunciados, de la mutilación de las ovejas,.... Como toda respuesta tuve su mirada de hielo, penetrante como daga que, en silencio, me sugería que todo era una locura; que estaba yo loco; seguramente tan loco como mi pobre amigo muerto. El asunto se dio así, oficialmente, por olvidado.

Epílogo

Desde aquellos sucesos han pasado ya 13 años. Mis tareas periodísticas me han llevado a distintas partes del país y he vuelto a escuchar historias extrañas; sucesos con endebles explicaciones racionales.

Vivir se me ha hecho más difícil, desde entonces. Mis notas periodísticas han decaido en calidad y temo perder mi empleo en el diario. Nada logra levantar mi espíritu. Los hechos cotidianos, materia prima de la realidad, ya no me preocupan. Me debato entre la ansiedad por conocer y la angustia de saber. Saber que detrás de esta realidad que nos envuelve hay otra realidad: abominable, desquiciante. Realidad que surge del peor mundo de sueños y que transforma nuestra vida en un juego de apariencias. Como podría interesarme esta realidad aparente si desde aquella carta vivo intuyendo que detrás de ella puede existir un abismo de abominaciones. Que la historia del incendio es sólo la explicación del mundo lógico a hechos que no pertenecen al mismo.

He descubierto que sólo una fuerza separa el mundo al que llamamos real, en el que gozamos y sufrimos a diario, de la otra realidad, la abominable y que esa fuerza se llama inocencia. Han visto Uds. la poderosa fuerza que transmite la mirada de un bebe?. Han sentido la sensación de paz que de ella emana? Eso es la inocencia. Es una fuerza poderosa que deriva del desconocimiento de la propia finitud, de la total ignorancia acerca de la existencia del mal, de poderosas fuerzas que se oponen a la creación. La inocencia es un estado de gracia. Es el estado en el que nacemos. Puede alguien que ha visto insinuarse la sombra del infierno volver a sentirlo. No! Por momentos logro calmar mi sufrimiento. Me convenzo que mi amigo estaba loco, que su última carta fue producto de su desquicio y que el incendio destruyó su granja. La razón me ayuda a tranquilizarme. Tal vez sea lo mejor pensar de esta manera.Pero hay una sensación que me embarga cada noche, que me asfixia en el momento último de conciencia, que me angustia sobrenaturalmente y es saber que no volveré, jamás, a recuperar mi inocencia perdida.

Gustavo REIJA: Revenge


I

La tarde en que la última porción de realidad se incorporó a la matriz digital, el tiempo cesó. Y no sólo el tiempo, también la materia, las emociones, los deseos, las angustias y todo lo que alguna vez, y en función de las distintas culturas que existieron, fue considerado parte de la realidad material. Milenios de evolución convertidos en bytes por una brutal entropía digital. La duda fue eliminada, las opciones dejaron de existir: 0,1,1,0. Todo o nada. La verdad y la mentira se fusionaron, finalmente, en una bestial orgía tecnológica.

Ahora todo es más simple. Inconsciente colectivo y racionalidad individual. Alfa y Omega. Principio y Fin.

II

La primera advertencia fue formulada por el físico chino Liu Yanpei en la edición de fin de año del Boletín Nueva Frontera de diciembre de 2120:

“La especie humana se encuentra transitando por un delgado desfiladero. De un lado del mismo se encuentra un muro de roca que amenaza el avance de la ciencia pero del otro existe un abismo insondable que puede conducirnos dierectamente al peor de nuestros infiernos. Los recientes avances en nanotecnología orgánica desarrolldos por Technorganic System Corp. constituyen un adecuado ejemplo de lo que acabo de sostener”.
Tal advertencia tuvo como única consecuencia la interrupción al financiamiento de los proyectos que llevaba a cabo el profesor Yanpei y, al cabo de un tiempo prudente su internación en un instituto siquiatrico bajo el diagnóstico de esquizofrenia no recuperable.

Sin embargo, los avances definitivos no se producirían sino hasta el 2180 con la invención del “Memoriechip”. Hasta ese momento, la barrera entre la experiencia digital y la realidad estaba marcada por la voluntad del sujeto en incorporar al mundo digital sus experiencias, el control seguia estando del lado de la especie humana.

A partir del “Memoriechip” la barrera se volvió difusa o, más bien, comenzó a desaparecer. La tecnología del dispositivo poseía un atractivo dificil de resistir para la especie humana, se aseguraba la conservación en formato digital de las memorias y emociones que un sujeto hubiera experimentado a lo largo de su vida; pero además, esto no requería de ningún esfuerzo o acto volitivo por parte del mismo. Al almacenar las mismas, también se copiaba el patrón lógico por el fueron creadas por lo que era posible reproducir los procesos mentales que le habían dado orígen, esto fue llamado conciencia digital y se aseguró que permitiría una forma de razonamiento digital. Un implante mediante tecnología nanorgánica en la raíz de su sistema nervioso permitía transmitir y almacenar la información a la unidad receptiva del dispositivo ubicada, por lo general, en la vivienda del portador.

En la XXIII Conferencia Internacional de Ciencias el representante de la Confederación China sostuvo:

“Todos los aquí presentes estamos compromentidos con el avance de las ciencias en sus diversos campos de acción. Hemos logrado importantes logros en la mayoría de sus disciplinas y debemos aplicar nuestros mayores esfuerzos en ello. Sin embargo, quiero llamar vuestra atención sobre la disparidad que observo entre el despliegue de nuestras posibilidades tecnológicas y el pobre desarrollo de una de las ramas de nuestra ciencia que considero vital: la ética. Me adelanto a los que puedan estar pensando que este tema no está incluido en la agenda del Congreso y les doy la razón. Pero, ¿debemos atenernos a las formalidades? o ¿debemos avanzar, advirtiendo los peligros que nos acechan si escindimos definitivamente a la esencia humana de la tecnología?. Si permitimos que sigan dos caminos distintos, y seguramente enfrentados el día de mañana pueden colisionar en perjuicio de nuestra especie. Permítanme realizar una breve mención a la debatida cuestión del “Memoriechip”. Es evidente que significa un salto cualitativo en la historia de nuestra ciencia, eso no se encuentra cuestionado y no pretendo discurrir sobre ese punto. Pero, mas allá de su aplicación a casos terminales en los que la digitalización de sus recuerdos y experiencias orgánicas sea el último reaseguro ante la inminente desaparición física del sujeto, hasta donde debemos avanzar? Han aparecido en todo el planeta y, este Congreso se ha hecho eco de estas posturas en seminarios anteriores, propuestas de extensión de la autorización de uso de esta tecnología en personas perfectamente sanas, en el pleno uso de sus capacidades cogniscitivas y morales; y yo me pregunto e interogo a ustedes: no constituye esto en el terreno moral el fin de la privacidad y, más generalmente, no elimina acaso el último límite entre la realidad tridimensional y el mundo digital? Creo que es urgente que definamos estas cuestiones”.


Por supuesto que la cuestión planteado no fue considerada.

Poseer un “Memoriechip” fue entonces un símbolo de nivel social, quienes lo poseían se jactaban de haber ingresado a la inmortalidad. Sus recuerdos y emociones, convenientemente convertidos en bytes digitales, sobrevivirían a sus pobres estructuras orgánicas presas de la corrupción de la carne. Muy pronto, el abaratamiento de esta tecnología difundió su uso a todos los estratos sociales que constituían, por entonces, la sociedad de la especie humana; ya no hubo límites en la aplicación, los implantes de memoriechips fueron masivos y se ingresó, en forma irreversible, en la última fase del proceso.

Claro que, todavía restaba por resolver una cuestión central del problema de la inmortalidad digital: el soporte de la información.

Si bien la transmisión automática de las memorias y emociones aseguraba su total recopilación en la unidad receptiva, el soporte sobre el que se asentaba la misma seguía teniendo una estructura básicamente material. La solución a este problema no surgió, como era de esperarse del mundo de la ciencia sino que la luz irrumpió de una vieja disciplina ya casí olvidada: la filosofía.

La solución era sorprendentemente simple y fue expuesta en el número aniversario de la publicación científica Novus, en el año 2249 por Andreas Hummleit:


“La realidad sólo existe donde la conciencia de un sujeto humano ha creado ese concepto. Los animales y los ángeles no conocen la realidad ni la irrealidad porque no tienen conceptos, y tanto la realidad como la irrealidad son, por su escencia espiritual pura, uno con los conceptos absolutos.
Para la comprensión de la realidad se necesita además de los datos mismos, también la conciencia congnoscitiva que los capte, la consistencia de una realidad dada está en función de la consistencia de una conciencia dada. Dado que ésta última no es igual en todos los seres humanos ni en todos los pueblos, por lo tanto podrá suponerse que en diferentes lugares del mundo existen realidades diferentes, incluso en un mismo lugar puede haber varias realidades simultáneas. Creo que en función de los sólidos argumentos expuestos podemos concluir que a una conciencia digital corresponde, inexorablemente, una realidad digital”.

El argumento resultó convincente; el proceso de entropía se puso en marcha realimentándose de manera descontrolada. Para el año 2280 estaba casí completado. A medida que fragmentos enteros de realidad se volvían digitales la desesperación ganaba terreno, pero todo los intentos por detener el proceso fueron en vano. Con un último estentor de súplica la realidad material dejó de existir.

III

Disculpen que no me haya presentado hasta este momento. Mi nombre científico es Revenge pero me agrada más que me llamen Yphiest en honor a mis creadores.
Soy un virus informático y fui creado con un único propósito.

Hacia el año 2199 y a medida que la ambición humana volvía cada vez más probable esta nueva realidad digital, un grupo de humanos decidió, en forma clandestina, crearme. Se reunieron los principales especialistas en virus de la época y reunieron sus conocimientos en el desarrollo del proyecto Revenge: la llave de la salvación. Si finalmente, la idea de la entropía digital ocurría sólo un organismo digital podía sobrevivir, y ese soy yo.

Tengo conciencia digital y memoria, conozco mi misión: reconfigurar la realidad temporal dimensional. Sé que mi tarea destruirá la base de datos de la matriz digital; siglos de evolución en forma de memorias, emociones y procesos lógicos desaparecerán, pero a cambio la realidad renacerá; una nueva oportunidad para la naturaleza, una revancha.

La hora programada hace cien años ha llegado:
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En medio de un destello de energía, la realidad material primigénia renació.